miércoles, 29 de diciembre de 2010

Chocolate caliente

Suena el teléfono una mañana de sábado, ese sonido incisivo y penetrante que se introduce por el conducto auditivo de Elena despertándola, se levanta lo más rápido que puede, ignorando su aspecto de recién levantada y se dirige hacia donde la lleva esa molesta melodía. Se produce el último toque cuando Elena descuelga.

-         ¿Quién es?
-         Soy César, creo que hasta no hace mucho era  amigo tuyo, ¿se puede saber que te pasa?, ¿por qué ya no quedas?
-         - Ah… César… hola, perdón pero es que he estado muy liada estos días, pero… ¿esta tarde te viene bien quedar?
-         Claro, para eso te llamaba, ¿a las cinco en el parque de siempre?
-         Está bien, luego nos vemos.

Y diciendo esto, Elena cuelga el teléfono y se va a la cocina a prepararse el desayuno, aprovechando que su madre está trabajando, se prepara tostadas con nocilla, esas que casi nunca la deja probar su madre, quien sabe porqué.
Elena no sabe si le apetece quedar con César, pero lo que si que es cierto es que nunca debes descuidar a los amigos y ella lo estaba haciendo, además le vendría bien para despejarse y dejar de pensar siempre en lo mismo.
Clara llegó a la hora de comer, ambas comieron despacio, charlando como solían hacer antes, y cuando Elena se quiso dar cuenta, ya eran casi las cinco. Se arregló un poco, cogió algo de dinero y a las cinco en punto se encontraba en aquel parque donde había vivido muchos momentos, era en ese parque donde jugaba de pequeña, donde se cayó la primera vez, donde aprendió a andar en bicicleta, también donde recibió su primer beso…
Mientras recordaba muchos de los momentos más importantes de su vida, alguien detrás le hablaba.

-         ¡Hola! Cuánto tiempo, ¿dos besos no?
-         ¡Si claro!, ¿qué tal?
-         Bien, pero mejor que hablemos en un lugar que no haga tanto frío, ¿no crees?
-         Vale, ¿vamos a esa cafetería de allí?
-         Me parece bien, y nos tomamos un chocolate para entrar en calor

Durante toda la tarde hablaron de las miles de cosas que no se habían contado en los últimos días, se rieron recordando viejos momentos, y hasta hubo tiempo para acordarse de algún mal momento, que pronto olvidaban saboreando aquel magnífico chocolate.
Ya era tarde, y César acompañó a Elena a su portal, ambos habían pasado una tarde estupenda, y puede que fuera el calor del chocolate o simplemente la locura que invade a los adolescentes, lo que hizo que sus labios se juntaran y saborearan el dulce sabor de sus bocas. Cuando sus labios lograron separarse, se miraron a los ojos, sus miradas intentaban reflejar lo que acababa de ocurrir, no reflejaban brillo, sino desconcierto.
Al no poder articular ninguna frase coherente, Elena se subió a casa y César comenzó a caminar sin saber el lío en el que sus labios le habían metido.

martes, 21 de diciembre de 2010

Cinta azul

La madre de Elena empezaba a estar preocupada por su hija, en los últimos días su actitud había cambiado, se pasaba el día encerrada en su habitación, exceptuando las veces en las que iba a la universidad, que cada vez se hacían más infrecuentes. Apenas dialogaban, Elena comía rápido y se volvía a su cuarto.
Un día, Clara decidió preguntarle la causa de su actitud.
- Elena hija, hoy apenas has comido, últimamente te pasas el día entero en la habitación, tumbada en la cama. ¿Te encuentras bien?, ¿Estás enferma?.
- No mamá, simplemente estoy algo cansada, supongo que estaré baja de hierro. Un día de estos te prometo que visitaré al médico.
- Está bien hija, pero si necesitas algo, ya sabes que puedes contar conmigo, soy tu madre, te conozco mejor de lo que crees.
Elena entendía perfectamente la preocupación de su madre, pero no podía evitarlo, desde que recibió la última carta de ese chico, no dejaba de pensar en otra cosa, cada vez que lo daba más vueltas, se iba dando cuenta de que esos ojos verdes los había visto muchas veces, sentía como si la hubiese estado observando durante toda su vida, pero ¿por qué?.
Pasaron semanas, quizá meses, según pasaban los días iba perdiendo la noción del tiempo , era como si sólo la hiciera levantarse de la cama la posibilidad de que hubiese una nueva carta en el buzón.
Hasta que un día, sus deseo más anhelado se hizo realidad, cuando bajaba a la calle para ir a la universidad ya que llevaba varios días sin ir, abrió el buzón como de costumbre y se encontró una nueva carta que en el dorso tenía esa flor azul tan característica.

Querida Elena, siento haber tardado tanto en ponerme en contacto contigo, pero ya te dije que me gusta ir despacio. Aún es pronto para que sepas quien soy, pero para que veas que no me olvido de ti, te dejo un regalo...
Un abrazo
J

Y en efecto, dentro del buzón había algo más, una pequeña cajita azul, a Elena se le ocurrió que el azul tenía que ser el color favorito de ese chico, debido a su frecuente aparición. Abrió la cajita con impaciencia y en su interior se encontró una cinta para el pelo, una cinta azul. Y dentro de la cajita había también una pequeña nota.

Aquí tienes mi regalo, como puedes comprobar es una cinta para el pelo. Espero que te la pongas y que así puedas lucirla todo lo que no pudiste cuando eras pequeña.
J

jueves, 16 de diciembre de 2010

Una carta

Elena siguió recordando y poco a poco se iba dando cuenta de que aquella mirada la había visto más veces a lo largo de su vida.
Una mañana en la que volvía de la universidad, recibió una carta, en su dorso había dibujada una flor azul, nunca antes había visto ese tipo de flor, e inundada por una exorbitante intriga abrió la carta y comenzó a leer aquellas palabras misteriosas, llenas de suspense:
Querida Elena, te escribo para decirte que cada día estás más guapa, ya no queda nada de esa niña tan tierna que miraba el mundo con los ojos llenos de curiosidad. Me alegro mucho de que te hayas decidido por la rama de la psicología, para que algún día logres curarme esta locura que me has producido.
Un abrazo
Tu amigo
J
Elena no podía creerlo, no podía ser cierto, supuso que el escritor de esa carta sería el chico de la mirada inquietante. ¿Por qué le escribía?, ¿ de que locura habla?, ¿Por qué la conoce desde niña?.
Acto seguido llamó a Sofía contándole lo que la había ocurrido.
- No sé Elena, supongo que será un loco, yo que tú le denunciaría por acoso.
- Pero es que no puedo, esa mirada la he visto muchas más veces, algo me dice que ese chico no me puede hacer daño, tengo que averiguar quien es.
- Cómo quieras, tu si que estás loca, ya sabes cualquier novedad me llamas
Elena colgó el teléfono y se puso a pensar qué podía hacer para descubrir su identidad.
Después de horas pensando, se le ocurrió escribirle una carta y dejarla en el buzón, en el mismo sitio donde había encontrado la suya:
Querido J, me gustaría saber más de ti, saber quien eres , porqué me conoces.
Un saludo
Elena
Días después al volver de clase, abrió el buzón y se encontró con la respuesta:
Querida amiga, todo a su tiempo, poco a poco irás descubriendo quien soy, me gusta ir despacio.
Un abrazo
J

viernes, 10 de diciembre de 2010

Niñez

Era pequeña, más pequeña. Elena recuerda aquella cinta roja que tanto le gustaba, aquella cinta que se ponía siempre que tenia algo importante que hacer. Tenia solo 10 años, inocentes 10 años. Navidad, calles adornadas, villancicos, gente sonriendo, comprando regalos. Salia de casa con su madre, era nochebuena y como siempre iba a celebrarlo a casa de su abuela, la veía poco, muy poco , pero en fechas especiales a su madre le gustaba por un instante recordar su infancia, en aquella casa llena de recuerdos.
Ensaladas, sopa, cordero,pasteles, turrón... todo un manjar a disposición de ella, Elena mira la mesa, llena, millones de platos la rodean, incitándola a comer. Todo va bien, risas, su madre y su abuela recordando años en los que estaban unidas, alguna que otra lágrima deslizándose por sus rostros...
Hora de despedirse, Elena da un beso a su abuela, un beso lleno de cariño y ternura, que pocas veces al año su abuela recibe, su madre también se despide, pero de una forma más fría , álgida.
Salen a la calle, pasean, observando cómo la navidad inunda de alegría o tristeza la vida de los viandantes.
En el camino, hablan de sus cosas, Elena habla de esa muñeca que tanto le gusta, y que se va a pedir a los Reyes Magos. Felicidad propia de la niñez ,rebosante de inocencia. Su madre, fingiendo comprensión, enumera las cosas que ella también va a pedir a los Reyes Magos, sabiendo de antemano quien va a ser la encargada de comprarlas.
Ya llegan a casa,es tarde, están cansadas pero felices de la cena tan especial e insólita que han presenciado.
Antes de entrar al portal, Elena echa un último vistazo a la decoración navideña y entonces ve enfrente unos ojos que captan su atención...