miércoles, 16 de marzo de 2011

Margaritas

Suena el teléfono.
  • ¡Elena! ¿qué tal anoche?, ¡cuéntame todo! ¿os liasteis? - Sofía da paso a su peculiar interrogatorio
  • ¿Esto qué es un interrogatorio? - contesta Elena con una sonrisa en sus labios-
  • Si, ¡dispara!
  • Si... Nos besamos
  • ¿En serio?, ¡qué guay!, ¿como fue?, ¿y ahora... ahora qué?
  • Pues fue genial, y no sé... Me gusta, tengo que reconocer que el chico me gusta. Pero aún no sé nada de el, ¡ni siquiera tengo su teléfono!
  • Tu por eso no te preocupes, mañana en clase se lo pides, ahora te tengo que colgar que me llama la pesada de mi madre. Luego hablamos.

El día transcurrió con total normalidad, Elena y Clara pasaron todo el día juntas, fueron de compras, las típicas compras madre e hija y comieron y cenaron en los restaurantes más elegantes, con la excusa de que un día es un día.
En cambio la noche se hizo más pesada, Elena apenas pudo conciliar el sueño, pensando en Jeremy, ¿y si se arrepiente de lo que pasó?, ¿y si en realidad no le gusto?, ¿y si me estoy haciendo demasiadas ilusiones?, eran tantas las preguntas que su cabeza formulaba que no durmió más que una hora.
Eran las siete de mañana, cuando después de dar varios meneos a la almohada, decidió levantarse. Lo primero que hizo fue mirarse en el espejo, para ver si habían aparecido sus mayores enemigas, las ojeras. Tuvo suerte, esta vez se tomaron el día de descanso.
Desayunó su rutinario café con leche, se vistió, se aseó, y con impaciencia salió de casa en dirección a la universidad.
Al entrar a clase, lo primero que hicieron sus ojos fue buscar con avidez a Jeremy, pero no lo encontraron. Con decepción se sentó en su mesa y esperó su aparición hasta el comienzo de la clase. Pero no, Jeremy no fue,
  • No puede ser, no ha venido, eso quiere decir que se arrepiente, ¡jo Elena!, eres una ilusa... -Pensó-.
Entra el profesor y comienza a dar su habitual sermón, cuando de repente llaman a la puerta. Es Manolo el de secretaría y trae un ramo de margaritas. Toda la clase mira con expectación la entrada, se oyen murmullos entre la gente, preguntándose a dónde irán a parar esas flores. Manolo para su caminata y se detiene en frente de la mesa de Elena, con una sonrisa de satisfacción le entrega el ramo.

  • No puede ser, ¡es para mi!, ¡mis flores favoritas! - Exclama Elena delante de toda la clase-
Acto seguido ve una nota y rápidamente se dispone a abrirla:

Espero que te gusten.
Jeremy




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